domingo, 28 de septiembre de 2008

Sobre "Etica y estética de la perversión"

por Kerina Echeverría

La genitalidad… ¿qué es la genitalidad? Me gustaría mirarla desde su sentido poiético, en primer lugar por la metáfora, ya comentada por Coloma en clases, que instala la función paterna haciendo al niño vivir en una presencia doble (en dos lugares: uno en el que el niño registra y otro en el que el padre dice que se registra). Y esta duplicidad exige ser estructurada de manera novedosa (ni en el nombre del padre ni en el nombre del hijo). Después de todo quien atraviesa el Edipo, frustrado por la castración, sumiéndose en la incompletitud en la que ha quedado develado, comienza un camino alternativo a la de la dimensión diádica. Será capaz de mirar desde fuera a otros dos y quedarse consigo mismo. El deseo de poseer a la madre seguirá vigente, pero esta vez de otra manera, distinta de aquella con la que la posee el padre. Lo creativo de la genitalidad pareciera, de esta forma, estar en la solución para una existencia frustrada (y castrada). Vivir la frustración y seguir existiendo tras ella, uniendo al principio de realidad y sus límites, la libertad de poder elegir, dada la falta fálica, un objeto para llenarla. Hay, entonces, en la creatividad del perverso (en tanto crea una nueva realidad), al contrario de la creatividad genital, un encadenamiento…digo, una sumisión. Se encadena a su propia omnipotencia la que no puede desidealizar, ya que al hacerlo se vuelve persecutoria.

En el perverso sólo hay un gran lugar (un monomio o autonomio o no sé, a diferencia de la metáfora). Al haber un lugar consecuentemente se invalida la posibilidad de saltar a otro lugar, de esta manera se autoencarcela en sus significantes unívocos (y hablo de cárcel a pesar de la libertad de la que se jacta al pensarse un ser todopoderoso) y este camino que lo limita es consecuencia del evitamiento de la frustración. Dicha frustración está ciertamente existiendo en el perverso, ya que la castración fue vista por él, pero su angustia trasladada a la dimensión anal, angustia que sigue existiendo de manera velada y silenciosa. La estructura, entonces, en el perverso existiría de igual forma, tensionando desde un lugar no conciente para invitarlo a transgredir su misma organización (recordemos que la genitalidad ha sido suspendido, negada, pero no forcluída). Se recorre así un mismo camino siempre, se busca un solo objeto (anal-parcial) imperiosamente necesario para reprimir parcialmente que se está separado de la madre. El perverso nunca se ha experimentado delimitado, nunca se ha experimentado con voluntad frente a sí mismo, no puede sino disolverse en una amalgama con lo que lo rodea (haciendo uso de su control sobre ella), pero es ilusorio pensar que puede ejercerlo sobre sí mismo.


por Daniela Larraín


Se podría decir que la perversión se define por elementos que en alguna medida podrían relacionarse con la neurosis, como los componentes autoeróticos (en el inicio de ésta) o alguna regresión, sin embargo, el carácter sádico anal de esta última determina formas que nos pueden develar una estructura perversa totalmente distinta a lo que entendemos por la estructura neurótica. Me refiero a la evasión de la ley, el nombre del padre, y por ende la primacía del goce por sobre la realidad, ambas evidenciadas en un impulso de indiferenciación, donde el sujeto es dueño de todo quehacer y normatividad. Si nos preguntamos la causa, podríamos explicarnos ésta a partir de la frustración que significa para el individuo la instauración del principio de realidad, el aplazamiento de su satisfacción y el reconocimiento de un deseo materno que se dirige a otro no representado por él. Pese a esto, creo que es importante rescatar lo que Chasseguet-Smirgel menciona: la implicancia básica de la separación con la madre. Aunque podemos decir que toda ley se funda en la separación materna, el traumatismo del cual hablo es mucho anterior, desde el nacimiento, hasta el distanciamiento del pecho. Ésta sensación de pérdida maximizada en la genitalidad, donde la diferencia de sexos y la interdicción paterna instauran la verdadera realidad neurótica y obstaculizan en gran medida la posesión de la madre, sólo se puede evitar con la regresión al periodo pre-genital. A partir de Winnicott podríamos entender esto como la ausencia de una madre ambiente que logre darle a las pérdidas fundamentales del niño un significado, a través de una frustración que éste pueda controlar. Se podría decir que es esto lo que realmente determina la estructura perversa y lo que la lleva a evitar el desarrollo neurótico.

Hace poco oí un caso de una estructura perversa y mientras lo escuchaba se fueron dando interrogantes que aún no puedo solucionar: Si la definición estructural de la perversión ya está determinada, ¿qué lograría un psicoanálisis de él? Entiendo que muchos perversos no irían a terapia, pero ¿qué sucede si estamos ante un caso de perversión, podremos generar algún cambio que logre reedificar el principio de realidad por sobre el de placer? O simplemente está condenado a un goce de graves consecuencias sociales ¿Es posible que pese a su estructura el perverso pueda entrar en una dimensión más terapéutica?. Si sabemos que a causa de la oposición a la ley no se respeta la moral que ésta instituye, aunque reconoce su existencia, ¿se podría desarrollar en el paciente un yo que respete las normas sociales?. Me cuesta comprender la dinámica perversa por esto mismo, supongo que nadie querría perder el goce si lo tiene asegurado, sin embargo ¿qué hacer cuando este goce convive en una sociedad que interpela por controlarlo?, es aquí cuando me hace más sentido la utilidad de la ley que nos posibilita insertarnos en una sociedad cuya cultura no está hecha para quienes la transgreden.

17 comentarios:

Pato.M. dijo...

Me gustaría quedarme con las últimas preguntas que enuncia Kerina. Creo que para resolverlas en necesario separar las consecuencias de la estructuración en dos: las terapéuticas y las cultural-sociales.

En torno a lo primero, no sé si en la aproximación lacaniana hay lugar para la clínica de la estructura perversa. La impecable comprensión (o invención?) lacaniana de las estructuras clínicas opera con la misma certeza en el análisis del neurótico, y algo del orden de lo imaginario puede hacerse en torno a la psicosis. Pero creo que en relación a la estructura perversa no hay interpretación posible, pues todos los sentidos posibles están gobernados por el constante minar a la metáfora, para instaurar el orden de lo indiferenciado. La palabra del analista es la Ley a ridiculizar.

Sin embargo, me parece, que en Winnicott sí hay una posibilidad: Si consideramos al tratamiento por sobre la interpretación y su certeza (la técnica), podríamos afirmar la existencia de un tratamiento del perverso, por lo menos no sancionando el goce en esferas de la vida que no comprometan la salud del paciente. La pregunta por la analizabilidad no es la misma que la por la salud, si bien se parecen. Hacer psicoanálisis no es lo mismo que hacer salud mental, pero, a mi juicio, no hay análisis posible fuera de este último. Y esa salud, con Winnicott, se da en la vida cotidiana. Hay tratamiento para el perverso, pero más allá de la interpretación. Para Winnicott: "si el paciente no necesita análisis, entonces hago otra cosa". Creo que es lo más sensato, si bien opera con el supuesto de que la salud es bien que el perverso valora para su propia vida. Si no es así, no hay tratamiento posible y la pregunta por él es innecesaria.

Con respecto a lo social-cultural, me parece necesario decir que la misma posibilidad de la cultura es de por sí neurótica. Ya lo decía Freud, a propósito de su famoso Malestar: la cultura la crea la renuncia.
Sin embargo, uno no puede sostenerse en eso para decir que no hay lugar para el perverso en la cultura. Sí lo hay, y es un lugar que otorga la misma Ley: el de la fantasía neurótica. Recordemos las películas gore y sus espectadores. La Ley misma es neurótica, y tiene como condición el negar lo perverso. Es por eso que lo incluye, lo permite y lo fantasea, en la negación.

Unknown dijo...

"Podríamos afirmar la existencia de un tratamiento del perverso, por lo menos no sancionando el goce en esferas de la vida que no comprometan la salud del paciente."

A partir de esta frase del comentario anterior, y también de las preguntas que hace la Dani al final de su escrito, me parece que la organización perversa contiene en si misma una mezcla y un amalgamiento que me resulta difícil de dilucidar...Siento que la mezcla a la que se aferra en su funcionamiento son sólo la imagen de una mezcla en su misma estructura. ¿Cómo sería posible un tratamiento del perverso en que su goce se vea acotado a lugares en donde efectivamente no transgreda la ley social, si es precisamente eso en donde encuentra el goce?
¿Cómo en el perverso el principio de realidad es relegado ante el principio del placer, pero al mismo tiempo es reconocido como tal en tanto se transgrede cada vez? ¿Es realmente relegado o es conscientemente reconocido para luego ser destruido en su función?

Por otro lado y muy distante a lo anterior...una pregunta que tiene que ver quizás más con la clínica: ¿Cuál es la imagen del padre que un perverso tiene? ¿Es acaso la de un padre sumiso que no ha sabido instaurar la Ley y por tanto es sobrepasado por el hijo? ¿O es la de un padre ausente? O incluso ¿Puede ser la de un padre tan estricto o tan sádico que despierta el odio ante el hijo frente a la sensación de inferioridad, la que debe ser enfrentada con la destrucción de toda Ley?

Unknown dijo...

Yo no creo que haya una respuesta unívoca y tajante acerca de la posibilidad de que un perverso inicie y evolucione en una psicoterapia o tratamiento. Rescato los comentarios del Pato acerca de lo que Winnicott nos diría, pero también se me hace difícil pensar en un tratamiento, que quizás sea diverso a un análisis u otro tipo de terapia más convencional, sobre la base de un vínculo que se sostiene en una lógica perversa. Creo que se pueden hacer múltiples intervenciones en salud mental que vayan en beneficio del paciente, pero no sé cómo esto se logra si aquel que consulta establece y repite la forma perversa con la cual se desenvuleve en la cotidaneidad, en el vínculo con el terapeuta. Se me vino a la mente esta idea porque hace unos días mi supervisora de la clínica me dijo con respecto a una paciente: "ella perviete el vínculo, esta invirtiendo los roles, quiere darte trabajo, quiere que tú seas quien la necesite y no ella a ti que es lo lógico de alguien que consulta". Mi duda con esa paciente acerca de la posibilidad de que tenga una estructura perversa surge precisamente por su forma de vincularse conmigo.
No tengo en absoluto claridad del tipo de vínculo o qué tipo de transeferencia se instala con pacientes de este estilo, pero lo que me dijieron es un posible punto de partida para la discusión.

Anónimo dijo...

Debo aclarar que esta semana no pude leer el texto “ética y estética de la perversión”, por lo que mi comentario no podrá tomar en cuenta dicho texto.

¿Puede un perverso buscar análisis?

Estas semanas he reflexionado muchísimo acerca de si un perverso puede buscar análisis, y si hay tratamiento posible en la perversión, entendiendo esta desde la lógica Lacaniana. Como han comentado ya, el goce del perverso estaría en transgredir la ley, y producto que reniega la castración, se negaría a aceptarla en cualquier momento, al menos en lo que a su goce concierne. Además, cuesta entender porqué alguien que gobierna el goce y no le teme a la ley haría síntoma, ya que si creemos que el síntoma es un mensaje a otro, me cuesta entender a quien le dirigiría el mensaje el perverso, si es el quien controla su situación de goce.
Sin embargo, se han descrito casos en que un perverso consulta al analista, lo que haría dudar de esta conceptualización y permitiría pensar en que el perverso si hace síntoma.

Ahora bien, en un intento personal de entender porqué un perverso asistiría a terapia, y que habría que hacer en tal caso, he ido pensando en la siguiente idea. Creo que habría haber 3 opciones por lo que esto ocurriría

a) Porque le exigen consultar para evitar un mal (“Si no consultas se acaba este matrimonio”)
b) Porque busca una instancia nueva donde pervertir y así gozar (“Ir rompiendo los límites del encuadre y luego abusar de eso” Este fin de semana hubo un congreso donde se leyeron trabajos acerca de cómo el perverso puede lograr esto)
c) Porque, por situaciones vitales, como muertes, desempleo, abandono, etc. efectivamente esta apenado o angustiado.

Creo que en las 2 primeras no hay tratamiento posible, sino que efectivamente lo ideal sería que abandone la terapia rápidamente. En la tercera en cambio, si se podría hacer tratamiento, pues hay motivación, pero al desaparecer el conflicto gatillado por el ambiente, el sujeto abandonaría la terapia. Así, creo que un perverso sólo buscaría terapia, jamás análisis, y que no habría tratamiento posible para este.

antonia dijo...

En relación al tratamiento de la perversión, podría decirse que el sujeto perverso se enorgullece de sus actos perversos o del carácter especial de lo que hacen. De esta manera afirman cierta superioridad, la cual como diría Pajaczkowska "puede ser un componente de la omnipotenia infantil que impregna las fantasías pregenitales o ser un aspecto de la desmentida que implica tener conciencia de la inferioridad de la sexualidad infantil con respecto a la plena potencia adulta heterosexual". Es por ello, entonces, que a mi parecer sean pocas las personas que puedan acudir a un tratamiento de análisis, ya que entenderían que sus perversiones o actuaciones perversas son más una solución que un determinado problema.
Aún así, ciertas investigaciones han demostrado que existen sujetos perversos que se avergüenzan, ya que sus actuaciones serían defensas contra sus experiencias de enfrentar conscientemente sus traumas reprimidos de la infancia. De manera que sujetos como ellos podrían llegar a consultar, pero aún así su tratamiento o análisis es una cuestión difícil.

Francisca dijo...

Primero me gustaría señalar que tampoco leí el texto sobre Ética y Estética de la perversión de la semana pasada, por lo que mi comentario apunta a ciertas dudas generales sobre la perversión. La palabra perversión nos lleva a pensar inmediatamente en el fetichismo, el masoquismo, el exhibicionismo, entre otras manifestaciones específicas de la conducta sexual que entrarían dentro de esta lógica. Otras veces hablamos de un vínculo perverso, como una manera destructiva de relacionarse que puede teñir todas las esferas de la vida de un sujeto, e incluso pasar más desapercibida, si encuentra un contexto que avale tal actitud. ¿Qué es entonces lo “propiamente perverso”? No tengo claridad respecto a la concepción teórica de la perversión ni a su abordaje clínico, y creo que sus manifestaciones pueden ser variadas, justamente en la línea de una mezcla. He escuchado que una conducta sexual perversa puede presentarse en las demás estructuras. Pero, ¿sería entonces un vínculo perverso, en la línea en que lo describía la Estera, lo que caracterizaría la estructura perversa? En este caso coincido en que un tratamiento a un sujeto perverso sería muy complicado, sino imposible, pensando que esta estructura buscaría renegar la falta, la castración, imponer su propia ley, todo lo contrario a lo que podríamos entender como una pregunta analítica o un síntoma capaz de generar malestar y cuestionamiento. Pero una persona que solamente despliega este tipo de vínculo en su conducta sexual, sin que se propague a otras esferas de su vida, ¿sería “analizable”? ¿Su actuar sería interpretable? ¿He ahí un neurótico que por ciertas circunstancias ha desarrollado una sexualidad de índole perversa o un comportamiento de esta índole nos obliga a pensar en una estructura perversa, cuyo goce transgresor por el momento sólo se estaría concentrando y expresando en el plano sexual? En otras palabras, ¿puede haber áreas “libres de conflicto” en el perverso? Creo que esta pregunta puede unirse a lo que se cuestionaba Natalia: “¿cómo sería posible un tratamiento del perverso en que su goce se vea acotado a lugares en donde efectivamente no transgreda la ley social, si es precisamente en eso donde encuentra el goce?”

Unknown dijo...

Por desgracia no puedo sumarme a la discusión que se formó respecto del tratamiento de perversos porque no tengo nada que decir (simplemente no se). Pero como acabo de leer el texto tengo varias preguntas respecto a este. En primer lugar, ¿es posible realizar una teoría en base a puros ejemplos literarios? para esto habría que confiar en que dichos personajes cumple con todas las características de un perverso, y si esto es así existirían dos posibilidades, o el autor es un perverso que con su obra intenta perturbar al lector; o simplemente los artistas, o pueden acceder a la verdadera esencia humana (por decirlo de alguna manera), o presentan su perversión sublimada en la obra. Y si nada de esto se cumple, habría que desechar la teoría.
El autor del texto propone ejemplos de varios artistas a partir de los cuales quiere mostrar la analidad sádica, algunos autores son el Marques de Sade y Hans Bellmer. Con el primero se puede argumentar la teoría de que el propio autor perverso da cuenta de su naturaleza perversa en su obra, pero del segundo no encontré ninguna biografía que diera cuanta de un rasgo perverso. Esto es relevante ya que la teoría se estaría construyendo a partir de “sublimaciones” neuróticas en el arte, o de simples intentos artísticos de dar un mensaje contra la sociedad contemporánea, o intentos de expresión novedosos. Esto lo planteo ya que el autor del texto hace bastante énfasis en los híbridos perversos del arte, donde el arte suele mezclar elementos que por lo general no están mezclados y jugar con la omnipotencia; pero entonces pareciera que el único artista neurótico es el impresionista o el de naturaleza muerta, y esto mismo es planteado para los científicos. Esto lo expongo porque quiero volver a la idea de si a través de las observaciones de estos medios damos cuanta de la verdadera perversión, o no acercamos sólo a la naturaleza perversa sublimada de los neuróticos. Y si es así, ¿es posible dar cuanta de la perversión a través de la perversión oculta en el neurótico?
Esto lo planteo porque llama la atención de cómo el autor habla de el “fantasma perverso”, fantasma que por lo general se relaciona con lo neurótico, y es el “acto” el que se relaciona con lo perverso (Según Reinoso).
Por último, llama la atención la misma perversión del autor (para hacer justicia en cómo él parece ocupar el término) al mezclar los autores. Ej: Abraham aparece citado con la palabra fantasma, junto con otros autores. Y además en clases se dijo que el autor era lacaniano pero llama la atención cómo su teoría parece ser mas kleiniana que otra cosa, donde se habla de idealización y “excrementos”, muy semejante a pecho bueno y pecho malo, además habla de la omnipotencia del perverso y de sus ansias por mezclar todo, lo que también recuerda a la omnipotencia infantil y la no diferenciación entre los objetos, y por lo tato una especia de regresión a esta fase.

José Pedro Elton dijo...

Al considerar al perverso como una estructura, en donde no hay síntomas, sino que sólo rasgos, se puede comprender el hecho de que el perverso necesita transgredir la ley para calmar la angustia producida por la escena de castración. Al aparecer esta necesidad, se puede ver como el perverso no esconde lo que hace, ya que no lo considera malo, sino que simplemente lleva a cabo una posibilidad que se le presenta.
Considerando lo anterior, me cuesta comprender que un perverso consulte por sí sólo, me hace más sentido que la consulta sea por obligación de un tercero o por un fin ganancial del perverso, pero al ser una estructura en sí, la perversión no se establece como algo egodistónico, por lo que de haber consulta, me resulta dificil pensar una linea de terapia que logre una modificación en el paciente.

Anónimo dijo...

Me interesa precisar la comprensión del autor sobre la relación de la perversión en torno al cuerpo y su predominancia anal y a la vez sobre la dimensión “luciferana” que trae la hybris, el orgullo, la desmesura. Ambas características también se podrían esperar de alguna forma en el sujeto neurótico obsesivo y de aquí que la religión de éste se pudiese entender como el otro lado de una moneda que posee fantasmas perversos. La necesidad de generar un orden extremo y que por cierto busca (de un modo sádico) infringir su ley sobre los que cometen actos “inmorales”, se podría develar como la abismante necesidad ante la eventual desorganización total que podría provocar el cumplimiento de sus fantasmas propios (vistos en otro). A mi parecer, el autor le da mucha importancia a la zona psicosexual anal en todo su trabajo sobre la perversión, y me gustaría detenerme en pensar acerca de cómo esta misma incapacidad de generar diferencias por su fijación anal, le obligaría al obsesivo a tener este imperativo de imposición de su propio universo, en extremo rígido. Existen ciertas características que desde mi punto de vista topan al perverso con el neurótico, sin embargo este último participa del orden de la ley a diferencia del perverso que sigue la “religión del diablo” primitiva, confusa e híbrida.
Por otra parte, en cuanto a la pregunta acerca del tratamiento del perverso, creo que es necesario escuchar la demanda que cada individuo hace, para después entender si éste puede o no ser un paciente. De este modo podríamos evitar ser engañados por el universo anal del perverso que cómo ya sabemos impone su realidad caótica y busca la confusión; difícil entonces sería poder generar un tratamiento con éste, ¿o no?

Anónimo dijo...

La Kery plantea una pregunta que considero fundamental a la hora de pensar la perversión, quizás la pregunta fundante del concepto: ¿qué es la genitalidad? Entendamos la genitalidad como la orientación de la pulsión sexual hacia la cópula, es decir, hacia el acto sexual en que se complementan dos cuerpos anatómicamente diferentes.

Si la perversión según Freud (al menos en 1917) es la orientación de la pulsión hacia fines no genitales, de manera que sólo se logra obtener satisfacción mediante otro tipo de prácticas, creo que estaríamos definiendo las perversiones desde una perspectiva naturalista: perverso es aquél que no respeta los fines de procreación ni la diferencia anatómica, aquél que no usa su aparato genital en un acto de reproducción. Bajo estos términos, la genitalidad es el criterio exclusivo para juzgar la perversión.

Pero sabemos que la sexualidad no viene predeterminada naturalmente porque el objeto de satisfacción no le viene dado al sujeto, en cierto modo tiene que buscarlo y elegirlo. Si la perversión pertenece al ámbito de lo sexual, de lo biológicamente indeterminado, ¿por que delimitarla desde la diferencia anatómica y desde los fines de procreación, ambos aspectos naturales? ¿No hay aquí un cruce ilícito de dos niveles de análisis distintos?

Si algo que distingue al psicoanálisis de otras disciplinas es la reivindicación del sujeto, en su particularidad e irreductibilidad a una norma social, entonces será impropio de nuestro campo el juzgar la perversión desde lo moralmente correcto o lo incorrecto. Lo que nos pone en una situación aun más complicada porque estamos forzados a ubicar el problema de la definición de la perversión entre el criterio naturalista y el culturalista-moralista. ¿Cuál ese ese lugar? Tendería a pensar que es el del registro simbólico, que no se limita a lo socialmente adecuado y trasciende lo biológico, al modo de una "segunda naturaleza".

Aún así sigue pendiente la pregunta ¿cómo definimos la perversión trascendiendo el criterio de la genitalidad y a la vez no cayendo en definiciones moralistas o socio-culturales?

Anónimo dijo...

Colgándome del tema que acaban de resaltar, me parece fundamental el énfasis en el plano de la genitalidad, considerando que el concepto clínico de la perversión nace precisamente desde acá. El perverso es incapaz de desear a otro y, a cambio de esto, su sexualidad se convierte en un juego compulsivo donde el otro está siempre velado, irreconocido y anónimo. El otro en su mundo sádico-anal es siempre reemplazable, predecible y controlable. La imposibilidad de reconocimiento del otro, nublado por la búsqueda compulsiva de un objeto o situación que complete la escena perversa, funciona aquí como un modelo analogable a la estructura vincular del perverso. La renegación perversa y la búsqueda compulsiva del quiebre de la ley puede entenderse bajo este punto de vista. La única ley del perverso es transgredir la ley, ¿es ésta una ley? ¿es esta desobediencia compulsiva, regularidad más notoria, encontrarse bajo el influjo de una ley?

Anónimo dijo...

Respecto al tema de la reversión debo decir que tengo más dudas que certezas y que aún me cuesta distinguir el modo de articularse que adopta un perverso, así como el por qué toma esa solución, y no otra, frente a la castración de la madre.
Siguiendo la línea de lo planteado por Francisca y lo expuesto en las ayudantías quisiera volver a enunciar la pregunta por lo perverso ¿sería una estructura como tal o puede ser, además, un modo funcionamiento que se puede dar en otras estructuras? Es más ¿podemos identificar a un perverso por sus fantasías, por sus acciones o por una mezcla de ambas?
Volviendo a la discusión sobre el tratamiento de una perversión, me parece que éste sería imposible desde un punto de vista dinámico, ya que éste no presentaría una falta, es decir, no presentaría un deseo sobre el cual trabajar, siendo el vínculo con éste mucho más difícil de establecer. En torno al vinculo que se podría establecer con un perverso ¿Cómo se puede establecer una relación terapéutica con alguien cuyo goce es precisamente romper con lo establecido?

Anónimo dijo...

Al igual que para algunos de mis compañeros, la comprensión de la perversión tanto conceptual como clínicamente me es un lugar bastante desconocido. Tal como decía la Fran M lo que solemos escuchar es sobre fetichismo, masoquismo o sadismo dada las características particulares de estas manifestaciones, pero poco sabemos sobre que es lo que llevó a estos sujetos a tal o cual conducta, ni mucho menos de qué manera tratar con ellos. Es aquí donde la pregunta por qué es lo que puede hacer el psicoanálisis con ellos se pone en juego ya que, sea la corriente que sea, necesita que el vínculo se instale para poder trabajar y es justo aquí donde se hace evidente el conflicto del perverso, quién reniega de la falta e impone su propia ley por sobre los demás.
Por otra parte, considero central tener presente lo planteado por el Benja quién apunta a hablar de lo correcto e incorrecto, ya que creo que hay una línea muy delgada entre considerar a un perverso con respecto a un juicio moral. Muchas veces me he preguntado cuanto de lo cultural hay en eso, ya que puede que en distintos entornos una conducta sea considerada de dos maneras diferentes. Por lo mismo, no tengo claridad de como trabajar a partir de un funcionamiento perverso ya en él no hay un sufrimiento, sino que por el contrario, se evidencia un constante goce.
Por último, y si hablamos que el perverso es alguien que se mueve en el terreno de las mezclas, ¿por qué no podemos pensar en la posibilidad de que existan en alguien ciertas conductas perversas sin por ello hablar de estructura? ¿que es lo que lo hace estructura? …la verdad… no lo sé... ¿?

Anónimo dijo...

Creo que todos aquí concordamos en la comprensión psicoanalítica “de corte” lacaniana de la perversión como una condena del sujeto a permanentemente violar la Ley del Padre, con el fin de permanecer vinculado en su omnipotencia con el deseo por la madre. Sin embargo, sólo quiero hacer alcance sobre una pequeñísima pregunta que me surge: ¿qué Ley del Padre?

Sí, sí, todos sabemos que esa “Ley del Padre” es aquella que niega al niño la posibilidad de satisfacer-se por medio de su relación diádica con la madre, o lo que normalmente llamamos, la renuncia del sujeto que surge con el “complejo de Edipo”. Sólo que a veces me pregunto por los alcances que una comprensión como ésta pueden tener tanto en los constructos teóricos que guían nuestro pensar psicoanalítico, como en nuestras futuras prácticas clínicas y aproximaciones reales a sujetos sufrientes, donde quiera que sea. Retomo con esto la inquietud del Benja con respecto al carácter moralista que se esconde implícitamente en esta concepción de “Ley del Padre”. Y también recuerdo una clase de Coloma, donde él mismo planteó (como cuestionamiento a comprender la homosexualidad como una perversión) lo siguiente: “la idea de que lo perverso está en la mezcla sirve para ayudar a aquellos que, en su lugar de poder, pretenden hacer distinciones y poner límites ahí donde les conviene hacerlos”.

Una última pregunta: ¿estamos, como solemos decir normalmente, insertos en una cultura por excelencia neurótica en su puesta de límites que condenan al sujeto a la renuncia de su omnipotencia infantil, o quizás nos encontramos frente a una cultura que implícitamente esconde cierta perversidad en su manera de perversificar al otro como sujeto indeseable, siempre y cuando sea más fácil esto que intentar comprenderlo del todo?
Concuerdo con la mayoría de mis compañeros en que el fenómeno de la perversión, tanto en la clínica como en la teoría, se presenta muchas veces como inasible y difícil comprender, y que encarna además una constante violación, al vínculo, a lo socialmente aceptado, a lo que nosotros-sujetos neuróticos- podemos concebir como normal. Pero el tema, por ejemplo, de la homosexualidad, definida como perversión, es sin duda un tema que nos compele a todos de una u otra forma, y que además, genera inagotable discusión y aún no se encuentra, ni en el psicoanálisis ni en la sociedad en general, resuelto en lo absoluto.

Por lo mismo esta irresuelta e ingenua reflexión con respecto a los riesgos que podría tener una concepción estática (¿o estética?) y naturalista (parafraseando al Benja), que se encontraría en muchos casos –a mi juicio- en los límites mismos de nuestra propia subjetividad. El tema de que la perversión se encuentre "en el límite" es justamente lo que me parece necesario pensar, discutir, y que puede esconder en algunos casos riesgos sociales importantes, como por ejemplo la estigmatización "a priorística" de lo consensuado como anormal...

Pato.M. dijo...

Luego de la ayudantía me quedé con ganas de explicitar mejor mi opinión:

Nuestra posición frente a la clínica del perverso no puede pasar por alto dos ejes: el de la ética y el del la técnica-tratamiento.

Desde la ética del psicoanálisis lacaniano -una ética del sujeto- no puede haber clínica del perverso, pues la misma concepción de sujeto es neurótica. El perverso no supone un saber, sino que sabe, sabe sobre el goce -y sí que sabe!-, el propio y el del analista. Aquí, no hay transferencia simbólica si es que no se traduce de inmediato en un dinamitar la Ley del saber para instituir uno nuevo, el saber del goce.

Por otro lado, la concepción lacaniana del análisis es justamente aquello, una concepción del análisis. ¿Qué se analizará en alguien que ya sabe? La interpretación misma, que opera cuando se supone un saber en un otro, no hace más que ser el señuelo para el ataque irrestricto y gozoso del perverso, el que también contamina el vínculo, haciendo imposible a ese yo venir a análisis, pagar, saludar, escuchar.

Distinto es operar con una ética diversa a la lacaniana; porque -digamoslo de una vez- Lacan no es el primero que piensa estas cuestiones. Operando desde una ética de la salud mental, o una ética profesional, prescindiendo de de la ética del sujeto, y transformando al sujeto en un conceto de trabajo, también hay clínica. Y desde aquí nuestro deber es hacer lo profesionalmente posible con las herramientas de las que disponemos. Ya sea por limitación de herramientas, desconsideración del vínculo imaginario, énfasis en la técnica o poca ocurrencia, la etica lacaniana, hasta donde yo conozco, no puede sino afirmar que el psicoanálisis es una ética, lo que implica que el análisis no tiene nada que ver con perversos. Como ética excluyente, como práctica de sanación exclusiva, se confunde con la moral. Cae aquí la ética profesional, la preocupación por la renovación de las herramientas y perspectivas teóricas para la cura de la persona que consulta, sea o no perverso. Quiero afirmar que esta última posibilidad, más que furor curandis, es una verdadera ética: inclusiva, útil y que permite el crecimiento de la disciplina.

En lo personal, no conozco a muchos autores que pongan tanto énfasis en esto como Winnicott. Concebir el espacio analítico como espacio transicional es parte de ese deseo de curar (más que deseo de analizar) que Winnicott usa para que sus pacientes puedan usarlo como objeto. Aquí la concepción de tratamiento supera a la de técnica, y, a mi juicio, transciende al análisis. Como dice Winnicott: 'Si el paciente no necesita analísis, entonces hago otra cosa. ¿Por qué no?'. Para este autor, el psicoanálisis es un objeto de uso, una herramienta profesional de trabajo que persigue el horizonte de la salud mental.

En el contexto Winnicottiano, la clínica del perverso es algo al menos pensable. En el caso del perverso, el uso terapéutico (y no sólo técnico) del terapeuta es algo que sin duda está lleno de dificultades para el clínico. Pero lo es porque el cuadro perverso es complejo, no porque el psicoanálisis es psicopatológicamente excluyente por insultar las verdades del psicoanalista. Desde aquí, no razones teóricas ni éticas para negarle a un perverso el tratamiento.

Mauricio dijo...

Perversión del terror!!!

Respecto a la pregunta sobre la clinica del perverso, me parece que no tiene sentido, si se es congruente con la teoria. O por lo menos no se puede responder desde el pensamiento, sino que es la practica quien debe hablar.

Encuentro la pregunta con un tinte histerico que no busca una respuesta.
Me parece muy buena la descripción teorica, y tan clara que justamente si existe la estructuracion perversa, no se puede hacer nada.

¿donde quedó el paciente?

Anónimo dijo...

Pensar en el tratamiento de alguien estructuralmente perverso me parece interesante como experiencia clínica, pero eso habla más de mi deseo como terapeuta que de creer que podría tratarse una perversión.
Y aquello lo pienso también cuando hago psicoterapia con mis pacientes en la unidad de trastornos de personalidad, y es que es interesante cuando para la persona “su modo de ser” no le parece un problema, pero si al resto.