miércoles, 27 de agosto de 2008

Sobre "El hombre de las Ratas" y la neurosis obsesiva



por Jesu Gajardo

El psicoanálisis, en parte, se ha destacado por plantearse como una epistemología que se orienta más allá de los signos visibles de la psicopatología. Se intenta aproximar a aquello, con el afán de llegar a sus significados más profundos. De ahí que más que interesarme el cuadro clínico presentado, me quedo con algunos puntos que parecieran ser bastantes relevantes a la hora de abordar un caso de neurosis obsesiva y que influyen en que esa persona nunca pueda aparecer tal cual es, puesto que cuando lo intenta de inmediato debe aplicarse la sanción.

En primer lugar, aparece como central el conflicto entre amor y odio. Algo nos dice Freud al señalar que, por algún elemento perturbador, dicha integración no es posible, de manera que el amor no puede más que “esforzar el odio hacia lo inconsciente”, permaneciendo éste siempre ahí, intensamente.

Por otro lado, se plantea una llamativa relación del obsesivo con la muerte, en tanto, aún no habiendo tenido experiencias cercanas con ella, éste aparece como un tema recurrente en la mayoría de los casos. “Ellos necesitan de la posibilidad de muerte para solucionar los conflictos que dejan sin resolver” (p. 184)

Finalmente, y quizás lo más evidente, la duda obsesiva. Aquella duda que mantiene al sujeto aislado del mundo e imposibilitado para resolver sus conflictos. Si bien surge, aparentemente, como intento por llegar a alguna solución, Freud sostiene que no sería más que un método bastante eficaz para no tener que resolver el conflicto en la realidad objetiva. “Su carácter esencial es su incapacidad para decidirse, sobre todo en asuntos de amor, procuran posponer toda decisión” (p. 184)

Pero, ¿por qué el obsesivo se esmera en mantenerse en incertidumbre y aislarse del mundo externo? Me parece que lo no que soportaría el obsesivo es enfrentarse a su propio deseo, pues eso supondría aceptar que lo que se desea guarda relación con el odio más intenso hacia aquella figura perturbadora que de inmiscuyó en algún momento, imponiéndose como ley que castiga aquello individual que aún no estaría normado. Aquella figura que viene para sancionar el deseo del sujeto, deseo que creo, sería lo más propio y genuino. De ahí que haya quedado algo siempre inconcluso, pero que no puede resolverse pues se trataría de algo inaceptable para la persona. Entonces, permanece en la duda, duda que no lleva a la búsqueda de una respuesta movilizando a la persona y haciendo que ella viva, sino que la mantiene en una dinámica que sostiene al sujeto ante la posibilidad de desarmarse. Es ese el edificio que se construyó para pasar por este rodeo que es la vida. De todos modos, pareciera que el obsesivo evade aquello, de manera de evitarse el riesgo de enfrentarse a eso tan angustiante e imposible de tolerar. Quizás lo que quiere es volver a aquel estado de continuidad, previo al surgimiento de deseo, de ahí su obstinación por el tema de la muerte, su incapacidad para decidir aquello acerca de eso que lo mantendría vivo.

martes, 12 de agosto de 2008

Sobre "El caso Dora"


por Antonia Lamarca:


“En este historial clínico me interesaba poner de relieve el determinismo de los síntomas y el edificio íntimo de la neurosis (…) la pieza más difícil del trabajo técnico no estuvo en juego con la enferma; en efecto el factor de la , de que se habla al final del historial clínico, no fue examinado en el curso del breve tratamiento.” (Freud, 2003, p.12)


“En el curso de la cura psicoanalítica, (…) la neurosis (…) se afirma en la creación de un tipo particular de formaciones de pensamiento, las más de las veces inconcientes, a las que se puede dar el nombre de (…) Son reediciones, recreaciones de las mociones y fantasías que a medida que el analista avanza no pueden menos que despertarse y hacerse concientes; pero lo característico (…) es la sustitución de una persona anterior por la persona del médico”. (Freud, 2003, p. 101) Por lo tanto, uno como terapeuta, está absolutamente tomado y movido en aquello que ocurre en la cosa transferencial, ya que en la medida en que esta aparezca, uno debe estar alerta para darse cuenta de su presencia. Es fundamental que en el análisis uno sea capaz de visualizar y analizar la transferencia porque su análisis permitirá ver al sujeto como en cualquier relación se amarra o se ata, liberándose completamente a otro o queriendo poseer al otro.


La literatura sobre Dora en relación a lo anterior aborda una amplia perspectiva.

La transferencia posee dos vertientes que son importantes de diferenciar: aquella que es obstáculo y que interfiere el tratamiento y aquella que es objeto de cura, es decir, que por medio de la transferencia se posibilita la entrada para la dirección de la cura. Freud afirma en el epilogo que la transferencia se hace visible en el análisis y cuando se le detecta es necesario hacerla conciente de manera de ser agente de cura. “la transferencia, destinada a ser el máximo escollo para el psicoanálisis, se convierte en su auxiliar más poderoso cuando se logra colegirla en cada caso y traducírsela al enfermo” (Freud, 2003, p.103)

Ante esto, es que me atengo a una pregunta que se hizo Rubio (2002), ¿Qué es importante en un discurso analizante mientras se esta desplegando? (p. 49)

Durante el análisis, en un primer tiempo, se empieza a dar un espacio por medio de la palabra a conocer el mundo del analizado, de manera que se empieza a conmover el mundo al que el sujeto está habituado, donde el analista puede ir haciendo subrayados, de manera de favorecer el análisis. Se invita al paciente a comunicar sus asociaciones libremente, de tal forma, que es el analista quien se encargará de atender aquellas asociaciones de manera ‘que no es exterior al inconsciente del paciente’. Así, el desarrollo del análisis permite el despliegue de la transferencia. “La transferencia tiene su valor porque permite ver el funcionamiento de un mecanismo inconsciente en la actualidad misma de la sesión. Por eso (…) todo terapeuta que comience, debe interpretar solamente cuando ha empezado la transferencia, porque la emergencia de la transferencia señala que los procesos inconscientes han sido activados” (Miller, 1986, p. 67) y por ende, modifica el concepto de síntoma, según el modo de trabajar con él. El analista, desde el comienzo se coloca en el lugar a donde se dirige el síntoma, es el receptor esencial de éste y por eso, el lugar que le debe a la transferencia le permite operar sobre el síntoma. De esta manera, y ahora respondo la pregunta de Rubio, no es posible anticipar que es lo importante en un discurso analizante mientras se esta desplegando. “Sólo en su discurrir, aparecerá lo que sí hace lazo con lo que ahora importa. No se trata de un tiempo de anticipación, al modo de prever lo que va a suceder, sino de un tiempo hacia atrás, donde cobra valor una vez ocurrido en la repetición. Por lo tanto, va escuchando sin privilegiar, el recorte es a posteriori” (Rubio, 2002, p.49) La intervención del analista por tanto, no es construida desde algo preconcebido, sino que es dado a luz desde el discurso mismo, o como diría Freud ‘del texto mismo’.

Por ello el analista mantiene una pluralidad de intervenciones en la medida que tenemos claro a dónde apuntan. De manera que, cuando el analista tiene más desarrollado y desplegado el análisis, bajo el encuadre transferencial, el analista gana libertad y logra direccionar la cura bajo intervenciones que se sostienen ante la comprensión de la transferencia que se da en el análisis.

En el desarrollo del caso de Dora, el despliegue del discurso no fue trabajado de esa manera y sólo después de que Dora había abandonado el tratamiento, Freud comienza a trabajar la transferencia. Más aún, Freud da la impresión de estar más interesado en lograr la remisión de los síntomas de Dora que en escuchar lo que éstos (o Dora) tienen por decir. De esta forma, toda interpretación que hace Freud… creo, es un interpretar sabiendo, de manera que no es una interpretación. La interpretación no es saber, sino que produce el saber en otro lugar y así como dice Miller la interpretación da lugar cuando inicia la transferencia, y Freud en el caso de Dora trabaja la transferencia y la realiza después de caído el caso, es decir, cuando Dora ya había abandonado el tratamiento.

Bibliografía
Freud, S. (2003). Fragmento de análisis de un caso de histeria (Dora). Vol. VII. Buenos Aires: Amorrortu
Miller, J. (1986). Recorrido de Lacan: ocho conferencias. Buenos Aires: Manantial
Rubio, J. (2002). ¿Por qué Freud no curó a Dora? Buenos Aires: EDUCA