miércoles, 10 de septiembre de 2008

Sobre "Estructuras clínicas y psicoanálisis"

por Patricio Meneses

En torno a la estructura histérica y obsesiva, y sobre todo a propósito de su origen, me gustaría entrar a pensar la Ley en Lacan, es decir, aquello que hace sujeto.
Quiero proponer a la neurosis como una estructura de derecho, esto es, de derecho frente a una Ley. ¿Es esto posible?

Si seguimos esta línea, la Ley sería aquello que, con agresividad, inscribe al sujeto en el campo de la cultura, el lenguaje y la significación. En tanto derecho, además, posibilitaría el lazo social, en la medida que inaugura el campo del otro como un “accesible”, es decir, más allá de la rivalidad imaginaria. El neurótico elige su derecho a acceder a la metáfora, y con ello a la vida cultural.

¿Puede pensarse la Ley en estos términos? Ella pondría las reglas del juego, para que los neuróticos tengan el derecho a jugar, es decir, “acceder” al mundo. La forclusión, aquí, es la anarquía del real, su condición sin frenos, el exilio de la metáfora. La represión, aquí, es la represión primaria, esa que funda y que se reedita en el fantasma.

Quiero proponer, además, a la Ley como inauguración repetitiva de un campo que permite la aparición de lo nuevo, en la diferencia irreducible que la estructura funda.

La Ley puede aquí abrir un espacio (no quiero esconder mi lectura desde Winnicott), el espacio de la diferencia, un camino recorrible desde la madre a la cultura, desde el goce al deseo, desde la plenitud y redondez mítica de S1, a la posibilidad, derecho y juego de S1 > S2. ¿Es esto pensable? ¿Lo es en éstos términos? Si no ¿en cuáles?

Sobre la imagen:
Sydney lanzando su fractal de hexaedro (cubo) en fase 1, de pie sobre un fractal de hexaedro (cubo) en fase 6.
Para saber más sobre este fractal de poliedro, llamado "Esponja Menger - Sierpinski", http://www.public.asu.edu/~starlite/mengersponge.html.

16 comentarios:

Anónimo dijo...

Me parece interesante entender la dimensión de la ley como algo más que una interdicción, sino como una alternativa a insertarnos en la cultura. Estamos acostumbrados a darle una connotación represora, sin vislumbrar la posibilidad que ésta nos infunde a ser seres en sociedad y movernos en un mundo que será más fácil mientras mejor uno se adapte. Pero, ¿será esto lo que el individuo desea?, si lo vemos desde la infancia no, si lo vemos en etapas posteriores, no sé...aunque supongo que no hay salida para el neurótico ¿Qué quiero decir con esto? Es claro que a partir de una conciencia moral, un lenguaje comprensible por los otros y la significación de sus vivencias, el sujeto aunque está determinado por Otro y oprimido por la Ley, puede subsistir en el mundo social y compenetrarse en la cultura adecuadamente, sin embargo, me pregunto si esto es una especie de premio de consuelo ante la prohibición de nuestro deseo, o algo que debe ser para estructurarnos como personas. Supongo que ambas, aunque la dimensión de cómo vive el sujeto esta experiencia marca el simbolismo del acto, cómo lo significa en su mismidad, si se representa como una medida impuesta que nos obliga a separarnos del deseo primordial o como una posibilidad de vivir, si bien expuestos a la ley, inmersos en un ambiente donde gracias a esta estructura no tendremos tantas dificultades en desarrollarnos ¿o si?.

Unknown dijo...

Respecto a la discusión, me parece que la neurosis sí sería un derecho, considerando que una vez que hemos nacido debiéramos todos poder participar y compartir un mundo, ese mundo que nos contiene y nos permite existir. De todos modos, concuerdo con la Dani en que dicha posibilidad sería un "premio de consuelo", pues se presenta en el momento en que nuestros propios deseos se ven frustrados. Sería interesante retomar a Freud cuando plantea que la vida no es más que un rodeo para la muerte y que la neurosis sería la mejor forma de sobrellevarlo. Por lo demás, el hombre adopta una actitud egocéntrica (en tanto todo lo que percibe está al rededor suyo) y no creo que el aparato psíquico se distancie mucho de aquello. En ese sentido, claro que es posible afirmar que el acceso al mundo no es algo que perseguimos, sino que es por apremio de la vida que debemos ingresar en él. Cuando en el fondo, en las mociones más inconscientes, el sujeto pareciera querer evitarse dicho rodeo y volver a estar en continuidad, volver a ser el centro, volver a serlo todo y permitirse todo.

Anónimo dijo...

Ese derecho al cual accede el sujeto tras la imposición de la ley paterna que le hace los cortes, me parece que es un derecho entre paréntesis. Se inaugura, en palabras del Pato, el campo del otro como un "accesible". Pero me pongo a pensar en aquellas leyes que dejan marcados al sujeto de manera tan profunda (en aquellas, por ejemplo, en que la propia experiencia de mundo no pesa tanto como la de aquella transmitida por la ley paterna para definir el mundo),la accesibilidad al mundo será muy restringida. He ahí la gran dificultad de que el sujeto sea libre, en tanto es una arquitectura novedosa, pero también una gran repetición silenciosa.Y me parece que la libertad del sujeto pende de un hilo, depende de las posibilidades que se le presenten a la persona para resignificar las experiencias, pero y si las significaciones están groseramente instaladas? Después de todo el Otro es una Gran Otro...

Anónimo dijo...

La ley como fenómeno estructurante de la subjetividad es precisamente lo que hace que el sujeto tenga un estatuto de "derecho" y no de "hecho" en la clínica lacaniana. Miller pone un buen ejemplo para esto: que una persona tenga una conducta homosexual (de hecho) no es tan importante a la hora de localizar al sujeto como la posición que toma respecto a esa conducta, es decir, si la confirma o no, si le da derecho y validez o no. Por eso el análisis se centra en la posición subjetiva, en la enunciación, en el decir, y no necesariamente en lo que se hace o se dice, eso pertenece al ámbito de la objetividad y por lo mismo olvida al sujeto; no olvidemos que la nota diferencial del psicoanálisis reside en la atención a este sujeto no cuantificable, no objetivable, esencialmente inaprensible como el mismo inconsciente.

antonia dijo...

Considerando el tema expuesto, estoy también de acuerdo con que la neurosis sería un premio de consuelo. El neurótico es el ser capaz de desarrollarse en la sociedad, de poder compartir de manera más adecuada en un ambiente social y empatizar con los demás. Pero a su vez, este empatizar esta determinado por una constante desarmonía consigo mismo por la prohibición de sus deseos. Se caracteriza por su intento de acotar su sentido de libertad y, usa constantemente su neurosis para “no hacer” aquello que la ley le impone. Reprime toda esencia animal y le pone freno a todo aquello que la ley no deja que se manifieste. En este sentido, el neurótico arma su espacio de libertad, pero sueña con que un día éste sea más amplio.

Anónimo dijo...

No sé si logro entender bien el carácter de estructura de derecho de la neurosis. Creo que me enredo en las acepciones de derecho como algo que le corresponde a alguien y que éste puede exigir y el establecimiento de códigos estables que regulen interacciones. Probablemente el planteamiento hace uso de estas dos acepciones, algo así como que “el neurótico tiene derecho a tener derecho”. Las distintas acepciones pueden intercambiarse entre las dos posiciones en que aparecen en la frase. Si tenemos derecho a algo es porque reconocemos motivos para exigir reivindicación (la falta); estas reivindicaciones se juegan en un terreno ya legislado. Este tratar las reivindicaciones en un terreno ya legislado (con derecho), podría considerarse un aspecto diferencial respecto a las otras estructuras.

Anónimo dijo...

La estructura parece ser planteada por los teóricos como aquello que sostiene a todo sujeto en su acceso al mundo, pudiendo en este participar y comunicarse a través del lenguaje. La comprensión de esta nosografía proviene de un acercamiento a estas estructuras en su dimensión enferma, por tanto la neurosis tendería a aparecer ante nuestra observación clínica adherida a una destitución del sujeto sobre su verdad. Con esto me refiero a que si la estructura proporciona un camino de derecho de modo de acceder al juego del mundo, por otra parte se configura un costo que pudiese generar mayor sufrimiento que en sí una ganancia. Es como si en cada estructura humana se pudiesen abrir potencialmente tanto la participación sana del sujeto; como las posibles “irreparables grietas imaginarias” que desencadenan el malestar. Me interesa pensar cómo en el caso de la neurosis, esta última afirmación se relaciona con una determinada ubicación del sujeto frente a la demanda de otro externo que desea y cómo el psicoanálisis le permite al sujeto restituir su verdad (su propio deseo) y volver a pensarse a sí mismo como un individuo enfrentado a su condición de posibilidad ante sus fantasmas (“las irreparables grietas imaginarias”).

Unknown dijo...

Cuando leí los comentarios se me vino a la mente lo que el profe decía hoy en clases acerca de la adaptación que nosotros como profesionales tenemos que llevar a cabo frente a cada paciente. Creo que esta adaptación es claramente exigida en este particular contexto como la unica forma posible de "acceder" o comprender en algo al otro siempre enigmatico, pero creo que adaptarse a los demás y a la sociedad no es un mero premio de consuelo. Creo que es la unica forma de vivir en la cotidaneidad que puede llegar a ser satisfactoria, sin dejar de ser por ello conflictiva. Creo que la completa satisfacción y el despliegue de las pulsiones y deseos más íntimos e instintivos es imposible dada nuestra condición de seres humanos concientes de nuestra existencia. Por esto mismo creo que la adaptación a los demás y la renuncia al ambito plenamente instintivo es lo que nos caracteriza como seres humanos. Somos eres que compartimos una cotidaneidad común y estamos siempre insertos en el mundo.

Francisca dijo...

Parece que hemos estado pensando que con la neurosis perdemos y ganamos. Lo que ganamos, varios de ustedes lo han planteado, es poder insertarnos en la cultura, compartir un mundo. Pero como premio de consuelo, la neurosis nos limita, nos molesta, nos permite ver ciertos pedazos de la realidad, ignorar otros, confundirnos. Y esto también incide en las relaciones que mantenemos con los demás, que por cierto no son fáciles. Si, como dijo Antonia, "el neurótico arma su espacio de libertad pero sueña con que un día sea más amplio", ¿cómo se puede acceder a una mayor libertad? ¿Qué buscaría un análisis? Pensando en la clase de hoy y haciendo un esfuerzo por imaginarizar los conceptos, me gustaría plantear que, si bien es evidente que en la vida cotidiana convivimos con muchas otras personas, me ha sido atingente pensar que el descubrimiento de un análisis puede ser, simplemente, que “no estamos solos”. Es decir, que estamos inevitablemente referidos a los demás, que no sacamos mucho con culpar a los objetos o al destino de aquello que somos, con referir todo a nosotros mismos, justificarnos… porque eso los demás también podrían hacerlo. En este sentido, pienso que en el encuentro con el otro siempre hay algo que ceder. Hoy el profesor dijo en clases que un buen análisis llevaría a asumirse en lo caído, y entre otras cosas a "abrirse a que el otro pueda decir algo que yo pueda escuchar". Esto puede entenderse como abrirle una puerta al otro, y aunque pueda sonar simple creo que implica un gran trabajo, quizá el trabajo de vivirse como centro (creo que un análisis tiene algo de esto), para luego poder soltar.

fcoloma dijo...

Quizás no comprendo bien lo que plantea el Pato al proponer la estrucutura neurótica como derecho, pero me da la impresión de que se refiere a elegirla. Si es así, no estoy de acuerdo.
Creo que para poder elegir, el sujeto tendría que enfrentarse a la posibilidad de aceptar a rechazar la ley que se le impone. Sin embargo, creo que el hecho de plantearse esa pregunta ya señalaría que el sujeto es neurótico, pues se enfrenta a la ley y decide frente a ella.
Creo que el psicótico no decide rechazar la ley, sino que la repudia sin enfrentarse jamás a ella, pues tengo la impresión que la simple idea de plantearse la pregunta lo inscribiría en el campo simbólico.
Así, lo neurótico puede elegir cómo enfrentar la ley, pero es un derecho que le otorga al isncribirse a lo simbólico, no antes

Mauricio dijo...

El tema sobre el cual una y otra vez reflexiono es la libertad en el psicoanalisis o en la visión de hombre que éste presenta. Cuando consederamos el Inconiciente, queremos decir que hay un otro, que no soy Yo, pero que me influye y casi determina. Pato dice: "Si seguimos esta línea, la Ley sería aquello que, con agresividad, inscribe al sujeto en el campo de la cultura, el lenguaje y la significación". Y tambien: "El neurótico elige su derecho a acceder a la metáfora, y con ello a la vida cultural".

Por un lado, la ley se impone como "agresivamente" haciendo sujeto, haciendo la diferencia, pero por otro lado, el neurotico elige su derecho a jugar.

Me parece que para elegir hay que tener libertad. ¿será que en la constitución de la estructura hay una elección? ¿Algunos eligen ser neuroticos y otros no?

José Pedro Elton dijo...

Creo que está bien considerar a la neurosis como lo menos malo, ya que en ella se puede ver que se pierden cosas y se ganan otras.
Vivimos en un mundo neurotico y el psicoanalisis surge debido a la neurosis, por lo que ese anhelo de ampliar la libertad del neurotico creo quye es lo atingente al analisis, ya que se puede ganar libertad sin perder los beneficios mencionados de la estructura neurotica.
Sin embargo, creo que que hay que considerar el hecho de que siempre la neurosis se va a tratar sobre una falta, por lo que hay un limite para el actuar psicoanalitico, lo que significaría que quizás el ampliar el espacio de libertad (planteado por antonia), signifique un aprender a convivir mejor con ese límite.

Anónimo dijo...

Retomando la planteado por la Fran, me gustaría gestar la siguiente pregunta: ¿Cuál sería la libertad que permitiría un analisis?.
¿Será el responsabilizarnos por nuestra posición subjetiva aquello que nos libera? ¿El comenzar a des-identificarnos y eligiendo nuestras identificaciones?

Kenichi dijo...

Aquí me parece importante hacer una distinción sobre el "derecho". Decir que la neurosis es un derecho es distinto a plantear que, dada una ley que nos hace sujeto, estamos en un ámbito del derecho.

Me parece que Pato plantea la pregunta en la primera de las definiciones, la cual me parece una bonita metáfora, pero me parece poco útil para pensar lo que hace sujeto y lo que nos inserta en la cultura.

Para empezar, que es esto de la Ley. Tantas veces usamos términos para explicar algo, y al final otro ocupa un significado diferente para la misma palabra y al final terminamos como en el juego del teléfono. Aquí voy a referirme al clásico ejemplo de Coloma sobre el "pa-pa-pa-pa-pa-pa" del niño que en algún momento es cortado por el otro para generar un papá. Así mismo en algún momento incluso más primitivo cuando somos frustrados en nuestra omnipotencia, nos damos cuenta que en verdad no somos uno con nuestra madre, pero que hemos sido "cortados", separados por una estructura biológica de ella.

Son estos cortes los que hacen sujeto y auto-escriben la tacha sobre este. Ahora, nadie tiene el derecho a nada acá.

Anónimo dijo...

Sólo quería comentarles una duda que me asaltó cuando leí el texto del Pato y sus comentarios, y que además va un poco en la línea también de lo que planteó Kenichi.
¿Cuáles son las implicancias, no sólo teóricas, de entender la "ley como un derecho", específicamente del neurótico?
Se me pasó por la cabeza a esta noción de "ley como derecho", la idea de que un derecho es de alguna manera referido por alguien/algo más. Si pensamos por ejemplo, en los Derechos Humanos, o en el hecho de vivir en un país en Estado de Derecho, volvemos a la noción política del derecho como un acuerdo grupal en función de normas que se establecen como universales, en una determinada comunidad.
En general concuerdo con la idea del Pato, y con la mayoría de los comentarios, al entender la "ley como derecho", en términos de lo que cierra y abre a la vez, y sobre todo, la posibilidad de significación con otros que entrega este acceso a la ley. Sólo me parece, y esto quizás mucho más desde una sensación subjetiva, que un concepto como este, o en general el concepto de Lacan del "nombre del padre" como el que corta el mundo del sujeto y lo ata a un significante primario, puede tener consecuencias prácticas más allá de lo que podemos considerar como coherente teóricamente. Mi miedo es que se halle ahí esta idea oculta, aunque posible, de que "habemos unos que tenemos un derecho que otros no tienen".
Ese es mi tema para este texto: ¿Quién o qué "nos da" ese derecho? ¿No hay en esto un riesgo implícito de caer de dogmatismos cuasi-religiosos, desde la noción de "ser elegidos por (gracias divina, nombre del padre, o lo que sea)" y con eso finalmente, el riesgo de no comprender al paciente que tenemos al frente, que es finalmente el Gran Tema en todo esto?

Anónimo dijo...

Si bien hablar desde la estructura es algo que como clínicos nos resulta indispensable, no puedo dejar de plantear mis cuestionamientos sobre la perspectiva que propone Lacan. Aunque creo que la estructura organiza y orienta a la persona, y además ofrece la posibilidad al sujeto de entrar al mundo de la significación en relación con otros, ¿no es ella misma la que nos limita? ¿No es ella también la que nos alejaría de ser aquello que "propiamente somos", en la misma medida de nuestro deseo?
En ese sentido, estoy muy de acuerdo con lo planteado por la Dani cuando se refiere al "premio de consuelo", como el costo que debemos pagar para acceder a esa realidad de ser en el mundo con otros.
Lo que me parece relevante aquí, es que este dicho "premio de consuelo" es en realidad el "mejor de los malos" premios a los que podremos acceder en nuestras existencias... ¿O no? Entonces, ¿en qué sentido "premio de consuelo"? ¿Quién se lleva el premio mayor: el goce del deseo, el nacimiento o la muerte, el "Otro" que idealizamos como poseedor de aquello que nosotros deseamos (como buenos neuróticos que somos)?