jueves, 23 de octubre de 2008

Sobre Winnicott y Bion frente a la psicosis


por Francisco Valenzuela & Francisco Somarriva

La psicología, a pesar de armarse como un cuerpo de conocimiento incompleto, da cabida a ciertas redundancias entre sus diversos enfoques, ya sea en el eje técnico-aplicado o en el teórico. Creemos que esa sensación de eco, cuando se ha cambiado de una perspectiva clínica a otra, se aprecia con claridad en el caso de la esquizofrenia, donde se concentran discursos clínicos sobre la comunicación y la biología, además de aquél sobre el inconciente. Siguiendo esta línea, nos parece que el aporte de Bion consiste justamente en redefinir lo funcional de lo psíquico de un modo que permita admitir los aportes de las otras vertientes de esa redundancia, abordando el lugar de lo sensoperceptual en la experiencia de la realidad y profundizando sobre las consecuencias del vínculo y el rol crucial de la madre. Justamente en “Volviendo a pensar” Bion, queriéndolo o no, formuló postulados que resolvían mucho de lo dejado deliberadamente de lado por Klein y a desarrollar en consonancia con Winnicott ideas sobre la dinámica entre la madre y el hijo, como determinante sobre el funcionamiento del individuo en el mundo, de naturaleza direccional con matices existenciales.

Esto porque, según el autor, nada sucede por mero azar en lo que son los actos de la persona. Los elementos β, si bien son de naturaleza primitiva y mayormente indiferenciada, están deliberadamente teorizados para ser proyectados hacia una madre que, a través de la función-α, devuelva un elemento α al niño. Así, la formación del pensamiento en el niño es direccional hacia el ambiente, siempre con una intención. Esto supone que el niño no puede crecer “sanamente” sin la (re)significación de sus afectos, (pre)concepciones y vivencias. El dilema surge cuando es patente la ausencia de experiencia de una madre que elabore lo proyectado para ser introyectado posteriomente. La constante falta de la madre llevará al niño a insistir en la identificación proyectiva al punto de fortalecerla, fragmentando lentamente al yo y no solo expulsando elementos β, sino que también los elementos α, pensamientos oníricos, etc., hasta finalmente depositar fuera de sí una infinitud de objetos fragmentados de su constitución yoica.
De esta forma convivirán en un mismo espacio dos personalidades: psicótica que se valdrá de la identificación proyectiva para funcionar, expulsando objetos parciales del yo, fragmentándolo; y no psicótica, que usa la introyección y proyección equilibradas desde una posición depresiva (pp.72). La innovación aparece en este punto, al considerar a mecanismos de defensa de la parte psicótica de la personalidad (desdoblamiento, evacuación a través de los sentidos y alucinaciones) como al servicio del deseo de cura (pp.96) más que a continuar al deterioro de la personalidad.

La conjugación de lo experiencial y lo funcional en la esquizofrenia lleva al psicoanálisis a una dimensión nueva: lo propiamente psicótico ya no es un síntoma, sino que es un intento de estabilidad en el mundo; la restitución de lo desquebrajado en el yo. Son herramientas de último recurso para reparar, un yo débil, pero aún no totalmente deteriorado. La alucinación se convierte en la evidencia de un funcionamiento deteriorado por una falta existencial, y no así por la atribución de odio u envidia en Klein. Estos afectos son consecuencia de la falta, y no así su causa. La clínica de Bion será entonces ser continente del analizando, soportando la implacable identificación proyectiva y otorgando la experiencia necesaria para el sujeto para resignificar sus elementos constitutivos, desde lo más primitivo hasta los más complejos (función-α adecuada y reverie), para que a través de esta re-experimentación el funcionamiento del individuo sea sano.

Creemos que este planteamiento lleva a pensar que tal vez no sea prudente reducir la psicosis a un paradigma central, sino más bien a que puede existir al menos una psicosis sobre la cual se puede contar una historia de varias maneras distintas, desde perspectivas teóricas distintas. Se trata de al menos un oficio. De hecho, nos parece que podemos pensar, invitando a Calligaris, ya en dos psicosis, una de crisis y otra de discurso, una histórica – funcional –adaptativa, la de Bion,otra a – histórica (transferencial) – estructural – subversiva.

Pensando en el profesor Coloma, tratando de apropiarnos (sólo temporalmente) de su propuesta, creemos que hay un horizonte legítimo en pensar una complementariedad entre lo estructural y lo funcional: hay dos redundancias teóricas claras, dos oficios, dos escuchas. Pero sin duda, el objetivo de un diagnóstico estructural es problemático, porque las confronta sin remedio y debemos decidir entre integrar y resolver o paradigmatizar, ortodojizar. Aunque este problema quizás caerá para cada uno en el sendero de la ética, rescatamos el valor de admirar cada una en su propio y legítimo lugar.


por Teresa Lyon

En el escrito de Winnicott se plantea una determinación teórica para comprender el carácter patológico de la alucinación, la cual sigue un recorrido que se distingue por tres acontecimientos: El primero consiste en la percepción (visual) de un objeto externo, del que se generaría una representación mental y ante el cual el individuo suscita una serie de emociones de carácter traumático que estarían asociadas a determinadas investiduras libidinales que se harían insoportables para el inmaduro soporte psíquico de dicho individuo. Esta primera conceptualización podría ser una hipótesis descriptiva de lo que se supone como alucinación, la cual se genera desde el soporte fantasioso e ilusorio que se crea en el aparato mental.

A partir de este hecho surge el segundo proceso de desmentida, que en el caso de la psicosis corresponde a la escotomización o forclusión de lo alucinado; estos conceptos aluden a la escisión que opera en la mente del individuo para excluir la representación anteriormente afirmada de la realidad. El resultado de este proceso determina a su vez el carácter vaciado que se experimenta en la mente y ante el cual surge la necesidad de generar otra representación que le permita al individuo una suerte de arreglo para con su relación de ser vivo existente en un ambiente que se rodea de otros. El ejemplo que pone el autor del cuadro negro alude a este proceso que opera al modo de una renegación de lo escindido, generando otra alucinación de carácter compulsivo, y necesaria para mediar la existencia del psicótico con el mundo. De aquí que dichos procesos sean definidos como alucinación-desalucinación por Winnicott.

Ahora bien, en el texto se expone el carácter no psicótico de este fenómeno en un paciente que debe experimentar una regresión. Esto daría cuenta del determinado proceso terapéutico que el autor plantea propicio para el bienestar del paciente; el cual necesita de la capacidad del terapeuta para poder tolerar la dependencia que surge del trabajo con éstos. Así se hace indispensable la creación de un ambiente propicio para que el paciente logre llegar a un estado psicótico alucinatorio que le permita experimentar nuevamente el trauma, pero incluyendo esta vez el sostén de la persona del terapeuta. Así, en el sueño expuesto en el caso, la paciente incluye a Winnicott como una especie de yo auxiliar y que a mi modo de ver permite observar el carácter correctivo del trabajo terapéutico que plantea el autor. Sin embargo esta “experiencia emocional correctiva” no es de ningún modo impositiva, si no más bien solícita de lo que es más propio del paciente, o como Winnicott conceptualiza en torno a la aparición del gesto espontáneo, que da paso al verdadero self.

De acuerdo a esto último, ¿El proceso alucinatorio que se gesta en la regresión sería una expresión del verdadero self del individuo? ¿Es el estado psicótico una manifestación de aquello más propio y espontáneo del ser-humano, dada su conexión con lo real?

Desde esta perspectiva se podría pensar que la neurosis sería una forma “no verdadera” de llevar una existencia en el mundo, quien siempre tendría que remitirse a otro para definirse y sostenerse como individuo; a diferencia del psicótico quien estaría desestructurado en su independencia de toda opinión del otro: y por tanto completamente libre y espontáneo. Sin embargo, el precio de la estructuración psicótica sería aún mayor, ya que debe experimentar constantemente la angustia que le provoca la fragmentación y la muerte; aspectos de los cuales el neurótico evidentemente se esconde bajo el adaptativo pero falso self.

1938, Paul Klee "Madre e Hijo" Acuarela.

martes, 21 de octubre de 2008

Sobre "Caso Schreber", Neurosis y Psicosis


por Valentina Rébora & Natalia Torres

“La persona que a quien el delirio atribuye un poder y un influjo tan grandes, y hacia cuyas manos convergen todos los hilos del complot, es, cuando se la menciona de manera determinada, la misma que antes de contraerse la enfermedad poseía una significatividad de similar cuantía para la vida de sentimientos del paciente, o una persona sustitutiva de ella, fácilmente reconocible.”
(Freud, 1911[1910], p.39)


El intento que hace Freud por aproximarse al fenómeno de la psicosis no tiene como objetivo la cura o la búsqueda de un tratamiento, sino que parece ser meramente un juego en el que pretende poner a prueba su teoría, con el fin de dar cuenta de aquel funcionamiento que se escapa a la conceptualización que hasta ahora había construido desde el ojo neurótico, el que al estar configurado en torno a la represión, tiene como principal herramienta de análisis a la interpretación.

“La indagación psicoanalítica de la paranoia nos ofrece dificultades de particular naturaleza a los médicos que no trabajamos en sanatorios públicos. Nuestro tratamiento supone como condición la perspectiva del éxito terapéutico, lo que nos veda admitir a tales enfermos o retenerlos durante mucho tiempo” (Freud, 1911 [1910], p. 11)

La forma en que Freud presenta el caso Schreber, evidencia una aproximación a la conducta mediante la interpretación, hecho que a nuestro juicio abre la pregunta por el fin de ésta, ya que claramente se escapa a lo encontrado en el análisis de las otras estructuras. Así, si pensamos en la psicosis como aquel fenómeno en la que el sujeto intenta reconstruir una nueva realidad, ¿Cómo podríamos interpretar aquel material en donde el lenguaje presenta una lógica totalmente distinta?

De esta manera, podríamos pensar en que el fin que se propone este autor al dar cuenta de un caso de paranoia no es más que ampliar el lente, ya que en términos clínicos su abordaje, tal como el mismo comenta, es imposible. (...)

Frente a esta situación, la posición propuesta por Lacan en cuanto al abordaje de la psicosis, en tanto utiliza la función del lenguaje como eje orientador en el análisis de este fenómeno, resulta de alguna forma más consistente con la distinción particular de esta estructura.

Para este autor, los fenómenos clínicos de la psicosis se caracterizan por la inercia dialéctica, y dan cuenta de un déficit en el polo metafórico del lenguaje. El significante del síntoma ha perdido sus lazos con el resto de la cadena significante: El significado es el significante. Y aún más, el desencadenamiento de la psicosis se produciría cuando el sujeto recibe, desde el campo del Otro, un llamado a responder desde un significante que no posee: No hay significante al que se anude a la cadena.

En el caso Schreber, Lacan propone que el paciente “carece, según todas su apariencias, de ese significante que se llama ser padre”, y desde ahí, amplía esta carencia al corazón de la psicosis misma, es decir, a la forclusión de este significante como la génesis de la estructura como tal. Sin embargo, ¿No es esta comprensión hecha desde la misma posición desde la que se situó Freud en su momento? ¿No es la forclusión una forma de comprender la imposibilidad de interpretación del psicótico en tanto se separa de toda comprensión neurótica de un fenómeno? (Zafiropoulos, 2006)

Al parecer, cualquier intento de aproximación a la psicosis se hará desde la posición neurótica en que se enmarca la teoría psicoanalítica, y por lo mismo, toda definición y toda comprensión del fenómeno ya sea en su estructura o en su funcionamiento, se hará desde la negación de los procesos existentes en la neurosis. Es por ello entonces que la pregunta por el tratamiento vuelve a surgir, al igual como lo hizo en su momento respecto de la perversión, tanto en su eficacia como en su posibilidad de existencia.

Apoyados en todo lo anterior, podríamos concluir que al menos desde estas perspectivas, el acercamiento a la psicosis se vuelve solo un intento de epistemología más que una aproximación clínica al fenómeno, que al menos nosotras creemos que debiera ser el eje orientador de cualquier teoría psicológica.

por Mauricio Rojas

Mi reflexión a partir del texto de Freud gira básicamente sobre dos puntos.

1.- Freud es categórico al decir que en la constitución del aparto psíquico el Yo es un “vasallo” que sufre y lidia contra poderosas fuerzas externas. Por un lado la Realidad y por el otro lo innombrable, el “Ello”.
Tanto en la neurosis como en la psicosis expresan la rebelión del Ello contra el mundo exterior; expresan su displacer o, si se quiere, su incapacidad para adaptarse al apremio de la realidad.

Si aceptamos esta realidad, se trata de sacar la consecuencias practicas y lógicas de la afirmación. El Yo no es el dueño de casa, no le cabe responsabilidad.

Lo que diferencia la neurosis de la psicosis es como se las arregla el Yo contra las exigencias de estas presiones. Si se adapta a la realidad y reprime una porción del Ello, se produce la neurosis, por el contrario, si rechaza la realidad sometiéndose a las exigencias del Ello se produce la psicosis. No hay forma de ganar.

Por lo tanto, no cabe el juicio ético sobre las conductas producidas por la psicosis o neurosis. En donde la voluntad no tiene participación, tampoco tiene responsabilidad.

Pero me parece que muchas veces en la practica se enjuicia tales comportamientos, se comentan los delirios, se critican los actos histéricos, en fin, se responsabiliza al “esclavo” por no ser libre. Nunca le han dado un pase y lo critican por no meter goles.

En definitiva, se trata de asumir la realidad a la que Freud llamó: Inconciente. Si no hay libertad, tampoco hay responsabilidad.


2.- En el texto Freud señala que una vez que el vasallo ha lidiado de una u otra manera con estos opresores, viene la restitución de lo perdido. “En la neurosis se evita, al modo de una huida, un fragmento de la realidad, mientras que en la psicosis se lo reconstruye”
Pero en ambos casos no puede crearse un sustituto cabal para la pulsión reprimida (neurosis) y tampoco crear otra realidad perfectamente reemplazable a la negada (psicosis). Teniendo esto definido, Freud dice que el material para hacer esta sustitución se toma de la fantasía, es la “cámara del tesoro” de donde se recoge el material.

Entonces, en ambos casos se produce una perdida de la realidad y a la vez una sustitución de ésta.

Si no existe una realidad objetiva, o como bien sabemos, la manera de acercarse a la realidad siempre es subjetiva, podemos discutir cual forma es mejor de subjetivar, pero ninguno, en ningún caso, tendría acceso a la realidad en sí.

Si esto es así, entonces lo mejor que podríamos aspirar es a quien se vende el mejor cuento sobre la realidad. O el significado que le atribuimos.
Pensando en la practica, quizás el trabajo del psicólogo consistiría en darle un mejor significado practico a la queja del paciente. Y me parece que incluso a menudo lo hacemos. Frases como: “estará de Dios”, “mala o buena suerte”, “Fueron los duendes u ovnis”, o en verdad da lo mismo cual sea la aspirina. En caso de la psicosis el delirio o alucinación, mientras sea adaptativo, todo vale.

Señora, señor, ¿Cómo quiere creerlo? Si así le parece, y no “sufre” muy bien, yo lo apaño, déme mis luquitas y váyase tranquilo para la casa.

jueves, 2 de octubre de 2008

Sobre "Escena primaria y argumento perverso"


por Mauricio Sánchez

“El elemento compulsivo en la sexualidad aberrante infunde su marca a la relación de objeto y el objeto sexual pasa a desempeñar un papel circunscrito y severamente controlado, incluso anónimo.” (McDougall, p. 57)

¿Por qué es importante la sexualidad? (entendida de aquí en adelante a la manera del texto, como acto sexual) ¿Por qué alguien se centraría en ella para poder dar cuenta de una estructura psíquica? Al parecer la importancia que se le atribuye acá es su entramación íntima con la relación de objeto. ¿Podemos decir que la sexualidad infunde su marca en la relación de objeto? Quisiera sostener un punto que considero obvio; no creo conveniente concebir sexualidad y relación de objeto como fenómenos que presenten una causalidad unidireccional. La sexualidad deja entrever aspectos de la relación de objeto, tal como la relación de objeto deja entrever aspectos de la sexualidad. En la sexualidad, nos enfrentamos con aquello que desconocemos, aquella imposibilidad de control, que se hace patente en nuestro cuerpo y desborda la voluntad. En la desviación sexual (dejando, a mi juicio, fuera la homosexualidad por este mismo motivo) las exigencias que se imponen al acto, dan cuenta de un control absoluto respecto a la manera en que se pierde el control. Control del descontrol que sólo puede llevarse a cabo aferrándose a objetos que no se presenten como enigmáticos o impredecibles (medias, tacos, ropa interior…etc.) o en su defecto, siendo capaz de reducir al otro al estatuto de un objeto conocido, predecible y controlable (recordando el texto anterior, podría decirse además, reemplazable). Existiría, entonces, en el acto sexual desviado una doble “negación” del otro; la que se da con el otro en el acto mismo y la que se da al nivel de la negación de la fecundidad, es decir, concebir a otro con otro. Si asumimos que el acto sexual deja entrever aspectos de la relación de objeto y si además nos sentimos bastante osados, podemos utilizar esta “negación” del otro para explicar la inexistencia de un fantasma perverso. Si nos vamos al significado coloquial de “fantasma” podríamos concebirlo como una presencia que aparece donde no debería haber una. Cabría preguntarnos, ¿cómo sería posible esta presencia considerando la “negación” del otro que se intentó esbozar anteriormente?