jueves, 20 de noviembre de 2008

Sobre los conceptos de "castración" y "forclusión"


por Francisca Mendoza

Tras la lectura del texto de Nasio sobre la castración y la forclusión, me gustaría plasmar aquí algunos cuestionamientos.

Uno de ellos tiene que ver con la femineidad. Freud dice: “El complejo de castración actúa siempre en el sentido dictado por su propio contenido: inhibe y restringe la masculinidad, estimula la femineidad”. Hace un tiempo asistí a una charla de Mónica Torres donde se proponía que la mujer tiene una mejor relación con el inconsciente que el hombre, pudiendo más fácilmente “ser otra para sí misma”, al vivir permanentemente hablando, intentando mostrarle el inconsciente al hombre o incluso al sentirse como “objeto de Otro” durante el embarazo. La expositora proponía que la castración sería más simple en la mujer, quien aprendería a ser mascarada y semblante de objeto de deseo del hombre, disfrazándose y maquillándose para cubrir la castración. Me pregunto entonces si estas consideraciones podrían relacionarse (y cómo) con los planteamientos freudianos: “La niña sabe que siempre estuvo castrada. La mujer no necesita este fantasma de castración, puesto que ya ha venido al mundo castrada, en tanto mujer”.

Pasando al concepto de forclusión, me parece que Nasio contrapone a lo largo del capítulo dos visiones distintas de este concepto, las que se podrían asociar a las miradas funcional y estructural respectivamente. En primer lugar, el autor menciona cómo la forclusión puede estar a la base de manifestaciones clínicas transitorias (como la alucinación, el delirio agudo, el pasaje al acto o las enfermedades psicosomáticas) o duraderas. Posteriormente, contrapone la mirada freudiana y lacaniana de la forclusión. Desde Freud, esta se entendería como un defecto de inscripción en el inconsciente de la experiencia normativa de la castración: el psicótico se comporta como si la representación intolerable (el recuerdo de la castración) no hubiera nunca llegado a él, no la sustituye por otra más agradable para el yo, como el neurótico. Lacan, por su parte, hace recaer la forclusión no solamente sobre la inscripción de la castración en el inconsciente, sino que también sobre la creencia en un pene universal. Esta diferencia me parece fundamental, en tanto implica la reversibilidad o irreversibilidad de la forclusión. Es decir, si en la temprana infancia, frente al complejo de castración, se “optó” por la vía de la forclusión, ¿esta se instala “de una vez y para siempre”? Si la castración no tuvo lugar para un sujeto, el psicótico no podría simplemente hacer como si no la hubiera experimentado. Esto es central en tanto tampoco podría “darse cuenta” de la falta, ni entrar, mediante el análisis, en la posición depresiva, como proponían los textos de Bion. Es así como esta distinción tiene implicancias clínicas fundamentales.

Nasio nos muestra como el mismo Freud, a lo largo de su obra, cambió de opinión respecto a la conceptualización de la psicosis, pasando de ocupar el término de proyección para definir el rechazo de la realidad que esta supone, a preguntarse lo siguiente: “La abolición de la representación peligrosa es tan radical que uno se puede preguntar si la experiencia de la castración estuvo inscrita alguna vez en el inconsciente e incluso si fue vivida alguna vez. (…) La abolición es una acción tan neta y tan definida que tenemos derecho a pensar que el sujeto psicótico no conoce el dolor de la castración, no fue alcanzado jamás por esta experiencia crucial y decisiva”. De este modo, se podría pensar que la primera conceptualización freudiana de la psicosis, en términos de mecanismos proyectivos y de la expulsión de la representación inconsciente de la castración fuera del yo, podría corresponder a un funcionamiento psicótico en una estructura neurótica, como por ejemplo las locuras histéricas descritas por Maleval. Por otra parte, la abolición forclusiva de la que habla en un segundo momento, en la línea de la inexistencia pura y simple de la experiencia de castración, ¿podría corresponderse más con una noción diagnóstica estructural, desde la cual nunca hay continuidad entre la neurosis y la psicosis?

Sobre textos de Calligaris y Maleval


por Benjamín Silva

Hoy en día se confunden miles de histerias con cuadros psicóticos por el puro hecho de basar su diagnóstico en consideraciones sintomáticas o funcionales, lo que se traduce a su vez en que esas miles de histerias reciben abordajes terapéuticos propios de la psicosis, a saber, tratamiento con neurolépticos, hospitalización e incluso electroshock. Todo menos análisis porque aun ronda el mito de que los psicóticos son resistentes a esa práctica y que para peor, la presencia del delirio es índice diagnóstico. O sea, se está privando a miles de histéricos de usar un método a su medida por una consideración estrecha del diagnóstico aparejada de una consideración estrecha del psicoanálisis. Por lo anterior me gustaría recalcar la importancia de hacer consideraciones estructurales a la hora de diagnosticar puesto que pueden aportar elementos valiosísimos en el posterior tratamiento y evitar así que pasen gatos por liebres.

Maleval no es muy explícito respecto a ciertos indicadores clínicos que pueden guiar el diagnóstico diferencial de estructuras salvo al mencionar que el delirio histérico, a diferencia del psicótico, es susceptible de remitirse a otros significados o a significaciones latentes, es decir, puede generar asociaciones en la cadena significante. Se intuye permanentemente en el texto pero no se dice, que el delirio psicótico posee el carácter de certeza, lo que supone una cierta “fijeza” en su articulación significante. Recordemos que el delirio en Freud es un intento de reconstrucción ante la retracción libidinal de los objetos del mundo externo, lo que en Lacan se reinterpreta como la tentativa de llenar el vacío de significación que acarrean los fenómenos elementales propios del desencadenamiento; en otras palabras, el delirio aparece como un S2 ante el S1 del fenómeno elemental, y por ende se trata de un medio en cierto modo defensivo para habérselas con la perplejidad y la angustia del desencadenamiento. El punto es que dicho S2 se instala como intento de cura y adquiere una fijeza que lo hace inamovible, ininteligible e inoperable para efectos de interpretación. En el delirio histérico en cambio es posible desocultar un sentido latente y por ello la cura operará mediante interpretaciones que desmantelen el síntoma.

En síntesis, podemos extraer un buen criterio estructural aplicable en la clínica del delirio: si al interrogar al paciente sobre cualquier aspecto de su delirio, puede hacer un recorrido en la cadena significante, es decir, puede hablar sobre su delirio en términos no recursivos, estaremos en presencia de una locura histérica y podremos dirigir la cura mediante procedimientos relativamente clásicos (asociación libre, interpretación del delirio); si no hay remisión a un S2 y el delirio se nos presenta como incuestionable, es porque cumple una función de suplencia respecto de la falta original del psicótico –la forclusión del Nombre del Padre- y por lo mismo el análisis no puede orientarse del mismo modo, puesto que la interpretación puede resquebrajar la construcción delirante y ocasionar un nuevo desencadenamiento; más bien debe apuntar a una construcción acotada del texto delirante para reforzar el trabajo ortopédico del psicótico. Esperemos que así al menos se salven un par de histéricos antes de ser encerrados.



por María Virginia Montalva

Se podría decir que Calligari plantea una crítica al enunciado de que en la psicosis se da la forclusión del nombre del padre. Ya que ésta es una afirmación negativa respecto a lo propio de lo neurótico, y es un concepto preliminar que difícilmente podría consistir en lo “propio” de la psicosis. Que parece ser la única forma de llegar a un universal del la psicosis. Pero lo que permite llegar a un universal es la alusión a la neurosis, a la falta de la referencia paterna, pero no a algo que sea “universal” de la psicosis.

El problema es que Calligari también plantea fórmulas respecto a la psicosis que parecen ser planteadas de manera universal, por ejemplo que el psicótico se posiciona en el ¿porqué no?, que en el psicótico la dimensión del drama esta ausente y que el psicótico tiene que errar porque no existe un lugar a partir del cual se pueda medir la significación, ya que el saber del psicótico no se refiere a “al menos uno que sabe”, como en el neurótico, sino que red y nebulosa se deslizan una encima de otra, ya que no están amarradas por un punto de capitón como en el neurótico.

Pero ¿qué ocurre si adjudicamos la crítica de Calligari a su misma teoría? ¿No son todos sus planteamientos, “universales” que se generan a partir del conocimiento del funcionamiento neurótico? Y por último, estando inmersos en una sociedad neurótica, ¿Es posible hacer planteamientos e hipótesis que no estén teñidos de la manera neurótica de conceptualizar el mundo? ¿Es posible dar cuenta de lo propio de lo psicótico siendo los teóricos neuróticos, y la estructura de hacer teorías universales una característica neurótica?