
por Francisca Mendoza
Tras la lectura del texto de Nasio sobre la castración y la forclusión, me gustaría plasmar aquí algunos cuestionamientos.
Uno de ellos tiene que ver con la femineidad. Freud dice: “El complejo de castración actúa siempre en el sentido dictado por su propio contenido: inhibe y restringe la masculinidad, estimula la femineidad”. Hace un tiempo asistí a una charla de Mónica Torres donde se proponía que la mujer tiene una mejor relación con el inconsciente que el hombre, pudiendo más fácilmente “ser otra para sí misma”, al vivir permanentemente hablando, intentando mostrarle el inconsciente al hombre o incluso al sentirse como “objeto de Otro” durante el embarazo. La expositora proponía que la castración sería más simple en la mujer, quien aprendería a ser mascarada y semblante de objeto de deseo del hombre, disfrazándose y maquillándose para cubrir la castración. Me pregunto entonces si estas consideraciones podrían relacionarse (y cómo) con los planteamientos freudianos: “La niña sabe que siempre estuvo castrada. La mujer no necesita este fantasma de castración, puesto que ya ha venido al mundo castrada, en tanto mujer”.
Pasando al concepto de forclusión, me parece que Nasio contrapone a lo largo del capítulo dos visiones distintas de este concepto, las que se podrían asociar a las miradas funcional y estructural respectivamente. En primer lugar, el autor menciona cómo la forclusión puede estar a la base de manifestaciones clínicas transitorias (como la alucinación, el delirio agudo, el pasaje al acto o las enfermedades psicosomáticas) o duraderas. Posteriormente, contrapone la mirada freudiana y lacaniana de la forclusión. Desde Freud, esta se entendería como un defecto de inscripción en el inconsciente de la experiencia normativa de la castración: el psicótico se comporta como si la representación intolerable (el recuerdo de la castración) no hubiera nunca llegado a él, no la sustituye por otra más agradable para el yo, como el neurótico. Lacan, por su parte, hace recaer la forclusión no solamente sobre la inscripción de la castración en el inconsciente, sino que también sobre la creencia en un pene universal. Esta diferencia me parece fundamental, en tanto implica la reversibilidad o irreversibilidad de la forclusión. Es decir, si en la temprana infancia, frente al complejo de castración, se “optó” por la vía de la forclusión, ¿esta se instala “de una vez y para siempre”? Si la castración no tuvo lugar para un sujeto, el psicótico no podría simplemente hacer como si no la hubiera experimentado. Esto es central en tanto tampoco podría “darse cuenta” de la falta, ni entrar, mediante el análisis, en la posición depresiva, como proponían los textos de Bion. Es así como esta distinción tiene implicancias clínicas fundamentales.
Nasio nos muestra como el mismo Freud, a lo largo de su obra, cambió de opinión respecto a la conceptualización de la psicosis, pasando de ocupar el término de proyección para definir el rechazo de la realidad que esta supone, a preguntarse lo siguiente: “La abolición de la representación peligrosa es tan radical que uno se puede preguntar si la experiencia de la castración estuvo inscrita alguna vez en el inconsciente e incluso si fue vivida alguna vez. (…) La abolición es una acción tan neta y tan definida que tenemos derecho a pensar que el sujeto psicótico no conoce el dolor de la castración, no fue alcanzado jamás por esta experiencia crucial y decisiva”. De este modo, se podría pensar que la primera conceptualización freudiana de la psicosis, en términos de mecanismos proyectivos y de la expulsión de la representación inconsciente de la castración fuera del yo, podría corresponder a un funcionamiento psicótico en una estructura neurótica, como por ejemplo las locuras histéricas descritas por Maleval. Por otra parte, la abolición forclusiva de la que habla en un segundo momento, en la línea de la inexistencia pura y simple de la experiencia de castración, ¿podría corresponderse más con una noción diagnóstica estructural, desde la cual nunca hay continuidad entre la neurosis y la psicosis?