
por Francisco Valenzuela & Francisco Somarriva
La psicología, a pesar de armarse como un cuerpo de conocimiento incompleto, da cabida a ciertas redundancias entre sus diversos enfoques, ya sea en el eje técnico-aplicado o en el teórico. Creemos que esa sensación de eco, cuando se ha cambiado de una perspectiva clínica a otra, se aprecia con claridad en el caso de la esquizofrenia, donde se concentran discursos clínicos sobre la comunicación y la biología, además de aquél sobre el inconciente. Siguiendo esta línea, nos parece que el aporte de Bion consiste justamente en redefinir lo funcional de lo psíquico de un modo que permita admitir los aportes de las otras vertientes de esa redundancia, abordando el lugar de lo sensoperceptual en la experiencia de la realidad y profundizando sobre las consecuencias del vínculo y el rol crucial de la madre. Justamente en “Volviendo a pensar” Bion, queriéndolo o no, formuló postulados que resolvían mucho de lo dejado deliberadamente de lado por Klein y a desarrollar en consonancia con Winnicott ideas sobre la dinámica entre la madre y el hijo, como determinante sobre el funcionamiento del individuo en el mundo, de naturaleza direccional con matices existenciales.
Esto porque, según el autor, nada sucede por mero azar en lo que son los actos de la persona. Los elementos β, si bien son de naturaleza primitiva y mayormente indiferenciada, están deliberadamente teorizados para ser proyectados hacia una madre que, a través de la función-α, devuelva un elemento α al niño. Así, la formación del pensamiento en el niño es direccional hacia el ambiente, siempre con una intención. Esto supone que el niño no puede crecer “sanamente” sin la (re)significación de sus afectos, (pre)concepciones y vivencias. El dilema surge cuando es patente la ausencia de experiencia de una madre que elabore lo proyectado para ser introyectado posteriomente. La constante falta de la madre llevará al niño a insistir en la identificación proyectiva al punto de fortalecerla, fragmentando lentamente al yo y no solo expulsando elementos β, sino que también los elementos α, pensamientos oníricos, etc., hasta finalmente depositar fuera de sí una infinitud de objetos fragmentados de su constitución yoica.
De esta forma convivirán en un mismo espacio dos personalidades: psicótica que se valdrá de la identificación proyectiva para funcionar, expulsando objetos parciales del yo, fragmentándolo; y no psicótica, que usa la introyección y proyección equilibradas desde una posición depresiva (pp.72). La innovación aparece en este punto, al considerar a mecanismos de defensa de la parte psicótica de la personalidad (desdoblamiento, evacuación a través de los sentidos y alucinaciones) como al servicio del deseo de cura (pp.96) más que a continuar al deterioro de la personalidad.
La conjugación de lo experiencial y lo funcional en la esquizofrenia lleva al psicoanálisis a una dimensión nueva: lo propiamente psicótico ya no es un síntoma, sino que es un intento de estabilidad en el mundo; la restitución de lo desquebrajado en el yo. Son herramientas de último recurso para reparar, un yo débil, pero aún no totalmente deteriorado. La alucinación se convierte en la evidencia de un funcionamiento deteriorado por una falta existencial, y no así por la atribución de odio u envidia en Klein. Estos afectos son consecuencia de la falta, y no así su causa. La clínica de Bion será entonces ser continente del analizando, soportando la implacable identificación proyectiva y otorgando la experiencia necesaria para el sujeto para resignificar sus elementos constitutivos, desde lo más primitivo hasta los más complejos (función-α adecuada y reverie), para que a través de esta re-experimentación el funcionamiento del individuo sea sano.
Creemos que este planteamiento lleva a pensar que tal vez no sea prudente reducir la psicosis a un paradigma central, sino más bien a que puede existir al menos una psicosis sobre la cual se puede contar una historia de varias maneras distintas, desde perspectivas teóricas distintas. Se trata de al menos un oficio. De hecho, nos parece que podemos pensar, invitando a Calligaris, ya en dos psicosis, una de crisis y otra de discurso, una histórica – funcional –adaptativa, la de Bion,otra a – histórica (transferencial) – estructural – subversiva.
Pensando en el profesor Coloma, tratando de apropiarnos (sólo temporalmente) de su propuesta, creemos que hay un horizonte legítimo en pensar una complementariedad entre lo estructural y lo funcional: hay dos redundancias teóricas claras, dos oficios, dos escuchas. Pero sin duda, el objetivo de un diagnóstico estructural es problemático, porque las confronta sin remedio y debemos decidir entre integrar y resolver o paradigmatizar, ortodojizar. Aunque este problema quizás caerá para cada uno en el sendero de la ética, rescatamos el valor de admirar cada una en su propio y legítimo lugar.
por Teresa Lyon
En el escrito de Winnicott se plantea una determinación teórica para comprender el carácter patológico de la alucinación, la cual sigue un recorrido que se distingue por tres acontecimientos: El primero consiste en la percepción (visual) de un objeto externo, del que se generaría una representación mental y ante el cual el individuo suscita una serie de emociones de carácter traumático que estarían asociadas a determinadas investiduras libidinales que se harían insoportables para el inmaduro soporte psíquico de dicho individuo. Esta primera conceptualización podría ser una hipótesis descriptiva de lo que se supone como alucinación, la cual se genera desde el soporte fantasioso e ilusorio que se crea en el aparato mental.
A partir de este hecho surge el segundo proceso de desmentida, que en el caso de la psicosis corresponde a la escotomización o forclusión de lo alucinado; estos conceptos aluden a la escisión que opera en la mente del individuo para excluir la representación anteriormente afirmada de la realidad. El resultado de este proceso determina a su vez el carácter vaciado que se experimenta en la mente y ante el cual surge la necesidad de generar otra representación que le permita al individuo una suerte de arreglo para con su relación de ser vivo existente en un ambiente que se rodea de otros. El ejemplo que pone el autor del cuadro negro alude a este proceso que opera al modo de una renegación de lo escindido, generando otra alucinación de carácter compulsivo, y necesaria para mediar la existencia del psicótico con el mundo. De aquí que dichos procesos sean definidos como alucinación-desalucinación por Winnicott.
Ahora bien, en el texto se expone el carácter no psicótico de este fenómeno en un paciente que debe experimentar una regresión. Esto daría cuenta del determinado proceso terapéutico que el autor plantea propicio para el bienestar del paciente; el cual necesita de la capacidad del terapeuta para poder tolerar la dependencia que surge del trabajo con éstos. Así se hace indispensable la creación de un ambiente propicio para que el paciente logre llegar a un estado psicótico alucinatorio que le permita experimentar nuevamente el trauma, pero incluyendo esta vez el sostén de la persona del terapeuta. Así, en el sueño expuesto en el caso, la paciente incluye a Winnicott como una especie de yo auxiliar y que a mi modo de ver permite observar el carácter correctivo del trabajo terapéutico que plantea el autor. Sin embargo esta “experiencia emocional correctiva” no es de ningún modo impositiva, si no más bien solícita de lo que es más propio del paciente, o como Winnicott conceptualiza en torno a la aparición del gesto espontáneo, que da paso al verdadero self.
De acuerdo a esto último, ¿El proceso alucinatorio que se gesta en la regresión sería una expresión del verdadero self del individuo? ¿Es el estado psicótico una manifestación de aquello más propio y espontáneo del ser-humano, dada su conexión con lo real?
Desde esta perspectiva se podría pensar que la neurosis sería una forma “no verdadera” de llevar una existencia en el mundo, quien siempre tendría que remitirse a otro para definirse y sostenerse como individuo; a diferencia del psicótico quien estaría desestructurado en su independencia de toda opinión del otro: y por tanto completamente libre y espontáneo. Sin embargo, el precio de la estructuración psicótica sería aún mayor, ya que debe experimentar constantemente la angustia que le provoca la fragmentación y la muerte; aspectos de los cuales el neurótico evidentemente se esconde bajo el adaptativo pero falso self.
1938, Paul Klee "Madre e Hijo" Acuarela.