
por Jesu Gajardo
El psicoanálisis, en parte, se ha destacado por plantearse como una epistemología que se orienta más allá de los signos visibles de la psicopatología. Se intenta aproximar a aquello, con el afán de llegar a sus significados más profundos. De ahí que más que interesarme el cuadro clínico presentado, me quedo con algunos puntos que parecieran ser bastantes relevantes a la hora de abordar un caso de neurosis obsesiva y que influyen en que esa persona nunca pueda aparecer tal cual es, puesto que cuando lo intenta de inmediato debe aplicarse la sanción.
En primer lugar, aparece como central el conflicto entre amor y odio. Algo nos dice Freud al señalar que, por algún elemento perturbador, dicha integración no es posible, de manera que el amor no puede más que “esforzar el odio hacia lo inconsciente”, permaneciendo éste siempre ahí, intensamente.
Por otro lado, se plantea una llamativa relación del obsesivo con la muerte, en tanto, aún no habiendo tenido experiencias cercanas con ella, éste aparece como un tema recurrente en la mayoría de los casos. “Ellos necesitan de la posibilidad de muerte para solucionar los conflictos que dejan sin resolver” (p. 184)
Finalmente, y quizás lo más evidente, la duda obsesiva. Aquella duda que mantiene al sujeto aislado del mundo e imposibilitado para resolver sus conflictos. Si bien surge, aparentemente, como intento por llegar a alguna solución, Freud sostiene que no sería más que un método bastante eficaz para no tener que resolver el conflicto en la realidad objetiva. “Su carácter esencial es su incapacidad para decidirse, sobre todo en asuntos de amor, procuran posponer toda decisión” (p. 184)
Pero, ¿por qué el obsesivo se esmera en mantenerse en incertidumbre y aislarse del mundo externo? Me parece que lo no que soportaría el obsesivo es enfrentarse a su propio deseo, pues eso supondría aceptar que lo que se desea guarda relación con el odio más intenso hacia aquella figura perturbadora que de inmiscuyó en algún momento, imponiéndose como ley que castiga aquello individual que aún no estaría normado. Aquella figura que viene para sancionar el deseo del sujeto, deseo que creo, sería lo más propio y genuino. De ahí que haya quedado algo siempre inconcluso, pero que no puede resolverse pues se trataría de algo inaceptable para la persona. Entonces, permanece en la duda, duda que no lleva a la búsqueda de una respuesta movilizando a la persona y haciendo que ella viva, sino que la mantiene en una dinámica que sostiene al sujeto ante la posibilidad de desarmarse. Es ese el edificio que se construyó para pasar por este rodeo que es la vida. De todos modos, pareciera que el obsesivo evade aquello, de manera de evitarse el riesgo de enfrentarse a eso tan angustiante e imposible de tolerar. Quizás lo que quiere es volver a aquel estado de continuidad, previo al surgimiento de deseo, de ahí su obstinación por el tema de la muerte, su incapacidad para decidir aquello acerca de eso que lo mantendría vivo.